Por: Maria Camila Gonzalez Mosquera

La inteligencia artificial está transformando la predicción del clima con modelos que superan los tradicionales, potencialmente reduciendo desastres y pérdidas humanas y económicas.

Desde la década de los noventa hasta el inicio del siglo XXI, las inundaciones han sido una constante amenaza global, afectando a casi 2.500 millones de personas y causando más de 244.000 muertes. Frente a esta devastadora realidad, la tecnología ha dado un salto cualitativo: la inteligencia artificial ahora lidera la vanguardia en la predicción meteorológica. Modelos como Aurora de Microsoft, presentado en 2025, han demostrado ser capaces de prever con alta precisión fenómenos extremos, superando en eficacia a los sistemas convencionales en un 92% de los casos evaluados.

Entre los protagonistas de esta revolución tecnológica se encuentra Paris Perdikaris, profesor en la Universidad de Pensilvania y coautor del estudio sobre Aurora. Perdikaris destaca la capacidad del modelo para realizar predicciones de alta resolución en menos de un minuto, una herramienta que podría cambiar radicalmente la gestión de emergencias y la planificación a largo plazo en regiones vulnerables. Además, la colaboración de instituciones académicas de renombre asegura un desarrollo continuo y una implementación efectiva.

La implementación de Aurora y otros sistemas similares como TerraMind y GraphCast ha sido posible gracias a avances significativos en el procesamiento de grandes volúmenes de datos geofísicos y atmosféricos. Estos modelos no solo predicen eventos meteorológicos extremos con mayor anticipación, sino que también ofrecen análisis detallados sobre la calidad del aire y la dinámica de las olas oceánicas, facilitando decisiones críticas en tiempo real.

La adopción de estas tecnologías representa un antes y un después en la forma en que comprendemos y reaccionamos ante las amenazas naturales. Con la capacidad de predecir y, por ende, de prepararse mejor para eventos adversos, se espera una reducción significativa en las pérdidas humanas y materiales. Este avance no solo es un triunfo tecnológico, sino también un paso hacia una mayor equidad en la distribución de recursos y capacidades de respuesta ante desastres naturales en todo el mundo.