Por: Maria Camila Gonzalez Mosquera

Este 7 de mayo, el Vaticano congrega a cardenales de todo el mundo para elegir al nuevo papa tras el fallecimiento de Francisco.

El cónclave que se celebra en la Capilla Sixtina es uno de los rituales más antiguos y reverenciados de la Iglesia Católica. Tras el fallecimiento del Papa Francisco el pasado 21 de abril, cardenales de diversas partes del mundo se han dado cita en el Vaticano para comenzar el proceso de elección de su sucesor. Este evento no solo es significativo por su solemnidad, sino también por su capacidad de unir en oración y decisión a la comunidad católica global.

Entre los participantes destacados se encuentra el cardenal Dominique Mamberti, quien será el encargado de anunciar al nuevo líder espiritual una vez alcanzado el consenso necesario. La elección de un papa requiere una mayoría de dos tercios, lo que implica que al menos 89 de los 133 cardenales presentes deben coincidir en su voto. Este proceso, realizado en estricta confidencialidad, culmina con el emblemático humo blanco que emerge de la chimenea de la capilla, señal de que hay un nuevo papa.

El procedimiento para la elección es meticuloso y cargado de tradiciones que datan de siglos atrás. Los cardenales se reúnen en la Capilla Sixtina, donde cada uno, bajo juramento de secreto, deposita su voto en una urna especial. Este momento es crucial y está envuelto en una atmósfera de introspección y oración, reflejando la solemnidad del acto.

La elección de un nuevo papa siempre trae consigo reflexiones sobre la dirección futura que tomará la Iglesia. En este contexto, el mundo católico espera que el sucesor de Francisco continúe abordando temas cruciales como la modernización de la Iglesia, el diálogo interreligioso y la respuesta a los desafíos sociales contemporáneos. La figura del papa no solo es un líder espiritual, sino también un influenciador significativo en discusiones globales sobre paz, justicia y moralidad.